INTERVENCIÓN EN ABUSOS SEXUALES REALIZADOS POR ADOLESCENTES

Si investigamos la bibliografía acerca de los abusadores sexuales jóvenes o adolescentes, se observa que la mirada está puesta con más frecuencia en las víctimas. Es un tema que en nuestra sociedad no ha cobrado demasiada visibilidad, pero si es objeto de una intensa preocupación. Referido a este tema, en ocasiones escuchamos en consulta en el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología (IASP), situaciones individuales en ámbitos familiares, académicos o vecindarios entre otros. Leemos noticias periodísticas que transmiten la impresión de que las agresiones sexuales perpetradas por jóvenes son eventos excepcionales. 

Hay varias razones culturales y sociales que ocasionan que sea un tema difícil de abordar por muchos profesionales, aunque es oportuna la reflexión sobre si ¿es el joven agresor sexual víctima o victimario?

Otro motivo que hace difícil el abordaje de este tema está referido a las violencias sexuales intrafamiliares o entre jóvenes que se conocen o comparten actividades de ocio o extraescolares

Summit mencionó que puede ser la sociedad en su conjunto y, no únicamente la víctima, la que puede llegar a realizar esfuerzos activos para tapar estos hechos, relatándolos como una “alucinación negativa” y compartida, en referencia a indudables hechos de abuso sexual infantil. Asimismo, la revelación no deseada de una familia incestuosa, o de un asalto sexual intrafamiliar, puede transformarse en un blanco a ser censurado, ya que el sector adulto de la sociedad niega el abuso sexual infantil, no a pesar de la existencia de sospechas, sino porque las mismas existen y se evidencian

En ocasiones, también entre los profesionales, cuando se entra en contacto con la vida familiar desde diferentes formas de intervención, aún hoy aparecen dificultades para aceptar la existencia del abuso sexual infantil, y más aún el abuso intrafamiliar. Con mayor motivo, surgen dificultades para aceptar la existencia de jóvenes y hasta niños, que abusan sexualmente de personas aún más jóvenes que ellos.

Por último, se encuentran las dificultades de la legislación vigente y la estructura y funcionamiento de los diversos servicios sociales y jurídicos, que no siempre contemplan adecuadamente las necesidades psicológicas y evolutivas de los niños y adolescentes. Pero revisando los últimos estudios sobre este aspecto, se manifiesta una paulatina toma de conciencia de que una proporción importante de los abusos sexuales infantiles son efectuados por adolescentes. Según diversas investigaciones podría estar en torno al 30% aproximadamente. También se sabe que muchos abusadores sexuales adultos iniciaron su conducta sexual abusadora en la adolescencia. De ahí la importancia del abordaje temprano y la intervención en estos casos.

Realmente se desconoce una estimación certera de víctimas infantiles, entre otras cosas, por la escasez de revelaciones del abuso. Por otro lado, cuando se trata de abusadores adolescentes o muy jóvenes, se intentan evitar denuncias y el ingreso de éstos al circuito judicial.

Hace varias décadas, las conductas abusivas juveniles eran consideradas “tonterías de varones”, “cosas de los muchachos”, y se ignoraba la severidad del daño que se podía ocasionar. Se consideraba que el abuso sexual a menores era producto del desarrollo normal de la agresividad adolescente, el resultado de su lugar marginal en la sociedad, o consecuencia de las restricciones sociales para expresarse sexualmente. Actualmente, ante el caso de abusadores sexuales menores de edad, es difícil definirlos, comprenderlos, e intervenir profesionalmente desde los marcos institucionales y legales. En el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología abordamos distintas técnicas de intervención psicodinámicas, pero semi-estructuradas, y adaptadas a las variables intervinientes en cada situación

Por un lado, estos jóvenes evidencian una conducta sexual inadecuada, presentan problemas inespecíficos de adaptación y, posiblemente, su comportamiento constituirá la expresión de una trayectoria vincular individual y social dolorosa, que puede merecer la comprensión, intervención y consideraciones referidas a menores traumatizados con significativas carencias emocionales.

  Por otro lado, son jóvenes que han dañado profundamente a otros/as menores, que necesitan ser protegidos de otras víctimas. Esta es la perspectiva que no siempre es fácil de integrar por múltiples factores, entre ellos, interpretaciones familiares y sociales, contextos jurídicos, niveles de responsabilidad, comprensión, procesos cognitivos y motivaciones. Por otra parte, es relevante tener en cuenta que no es llamativo observar a algunos adolescentes con una conducta considerablemente sexualizada, y que sin embargo no abusan de otros/as.

Distintos autores mantienen los ejes que deben estar presentes a la hora de considerar un abuso sexual, cuando ocurre entre un adolescente y otra persona más joven que él, como son, la coerción o uso de la fuerza, interacciones sexualizadas e inapropiadas para la edad e interacciones entre parejas que no son pares en edad. En todos los criterios, el factor de coerción es esencial para la determinación del abuso. Tampoco debemos olvidar, los abusos que ocurren entre jóvenes de edades similares, para que el victimario no quede liberado y validado para continuar con futuros abusos y, la víctima quede injustamente silenciada.

Los estudios descriptivos sobre los abusadores sexuales juveniles arrojan un grupo heterogéneo, mayormente compuesto por varones, aunque hay una pequeña proporción de abusadoras jóvenes que son mujeres. No aparecen distinciones socio económicas ni étnicas, como apuntó J. Becker.

Son múltiples los estudios que intentan comprender la etiología de la conducta sexualmente abusadora de parte de escolares y adolescentes. Es explicable desde la multicausalidad, donde intervienen factores biográficos, de personalidad, y también, aspectos asociados a las características de la víctima y su medioambiente, como señaló Vizard.

  Distintos autores manifiestan que hay datos que evidencian la suposición de que existe un subtipo de agresores sexuales jóvenes cuya conducta no persistirá después en la etapa adulta. Serían aquellos con una conducta eminentemente exploratoria, que carecen de información sexual o de experiencia sexual, y suele ser un adolescente joven, cuyas agresiones son situacionales, fortuitas y generalmente no violentas. Es un tipo sustancialmente diferente al de los agresores que sí continúan con esta conducta en la vida adulta.

Las características de este último grupo serían las siguientes:
a) Frecuentemente, provienen de familias con severos problemas, desorganizadas, o padres separados. Puede haber presencia de problemas psiquiátricos, o institucionalización de alguno de sus miembros.
b) Presentan una larga historia de maltrato físico, o abandono físico y emocional. Puede observarse una gran discontinuidad en los cuidados psicofísicos de los mismos.  
c) Un gran porcentaje ha sido víctima de abuso sexual infantil. Estas experiencias traumáticas se entrelazan con las otras formas de maltrato infantil mencionadas.
d) Poseen un sentimiento de ser inadecuados socialmente o son niños muy aislados. Tienen dificultades con la cercanía afectiva y con la intimidad. Esta característica se observa principalmente en los no violadores. Sin embargo, los adolescentes con conductas violadoras suelen tener características opuestas de sociabilidad y adaptación al medio.
e) Un porcentaje importante muestra un bajo rendimiento intelectual y escolar. 
f) Es frecuente que los padres de los adolescentes abusadores hayan sufrido también abuso sexual en sus infancias, lo que refuerza la óptica de la transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar.

Los datos informales muestran un aumento de denuncias por abuso sexual infantil, tanto en juzgados como en centros asistenciales. Esto refleja un mayor conocimiento y sensibilidad por parte de la población general. Por otra parte, hay una mayor capacitación del sector profesional para abordar esta problemática. Por esto, es importante desarrollar una mirada conocedora, comprensiva hacia estos jóvenes, y una detección prematura, sumado al complejo conocimiento acerca de la intervención. Es muy relevante prevenir la instalación de la tendencia a la agresión sexual como u posible “camino de vida” en la etapa adulta. Asimismo, hemos comprobado en el IASP, que los tratamientos y la intervención en abusos con adolescentes, tienen más éxito y muestran antes su eficacia que con adultos.